jueves, 26 de marzo de 2015

Camino de la frontera V: Las musulmanas de Rivera

Parecía como si Rivera contuviera dos mundos.  Por un lado el reino sin tiempo del departamento, situado espiritual o lingüísticamente (que es lo mismo) en Uruguay. Allí pasaba las horas de la noche y del descanso. Por otro lado estaba la calle en donde exploraba sin rumbo la vida en la frontera, la voluptuosidad del verano brasilero.
Cuando el lunes por la mañana volví mi cama al modo sofá, terminé de limpiar los restos del desayuno y me hice con las llaves, a penas contenía la emoción de la aventura. Sentía esa especie de gracia viajera, la llamada ansiosa de la ciudad.

domingo, 1 de marzo de 2015

Camino de la frontera IV

IV- Los Fernandos

-Les pedimos a todos que se abrochen los cinturones de seguridad porque así lo manda la ley brasilera- dijo en portugués el joven cobrador del micro. Me dí vuelta y le pregunté en el mismo idioma a un hombre sentado en el asiento de en frente si debía sacar boleto en la ventanilla o si podía hacerlo sin bajar. Y me respondió en perfecto español que cualquier opción era válida. Viajaba en la frontera y la mixtura era ley.

domingo, 15 de febrero de 2015

Camino de la frontera III

III- Nicirin, Guaraná palestina

El paisaje de aquel Uruguay profundo era la lluvia. El verde de la pampa interminable se estrellaba contra el gris del aire. Desde el medio del vacío aparecía una familia callada, que subía al colectivo en silencio y estrechaba el rostro contra la ventana mojada antes de volver a bajar y perderse de nuevo en la vastedad.
Poco a poco la llanura era interrumpida por el cauce angosto y fuerte de arroyos y ríos turbios, tantos que nadie se ocupó en poner sus nombres en un cartel. Las palmeras iban ganándole terreno al vacío. Y aparecían a lo lejos la silueta algunos montes perdidos entre la niebla y el griterío del verde. Era uno de aquellos trayectos en los que cuando se llega al primer conjunto de casas uno advierte que llegó a destino, porque el mapa no indica nada más que soledades y líneas sin puntos. Y no me equivoqué, eso que veía por la ventana (siempre el camino hasta las terminales tiene cara de barrio) era Artigas.

jueves, 5 de febrero de 2015

Camino de la frontera II

II- Rosa, el cíclope frenteamplista

Llegué a Salto una mañana de lluvia. Si me esforzaba en recuperar algunos fragmentos deshilachados de memoria y no rendirme al sueño el resultado daba lo siguiente: la noche maldurmiendo en el micro desde Buenos Aires en el que viajaba un hombre de túnica y topi que bajó en Paysandú y al que apodé “el musulmán misterioso”, el sello mal puesto de los empleados de migraciones yoruguas en mi pasaporte, la sala de espera VIP de la Terminal de Retiro como refugio asillonado del caos y confidente de mis últimas inseguridades viajeras, la casa de mi amiga Caro y las tardes de charla y té, el amable chofer del 101 que me llevó a su casa, la partida, temprano a la mañana desde Mar del Plata dos días atrás, la despedida de mi amor y de mis plantas.
Y ahora estaba ahí y todo se salía inesperadamente del esquema.

lunes, 2 de febrero de 2015

Camino de la frontera- fragmentos de un viaje por los confines de Uruguay, por los comienzos de Brasil


Una fuerza tal podría llamarse una cosmovisión «mágica», un sentido de la vida que rechaza el «mero» azar de una realidad de señales y prodigios, de las coincidencias significativas y de las «revelaciones». Como cualquiera que haya intentado alguna vez podría atestiguar, los viajes intencionales la abren inmediatamente a esta influencia «mágica».” Hakim Bey, Superando el turismo

Hace más de un año que no aparezco en este blog. En estos doce meses vi nuestras plantas crecer y morir, leí mucho, aprendí palabras nuevas y las olvidé antes de lo esperado, conversé, caminé por la playa bajo los vientos de todas las estaciones, dibujé las flores que salvajes se abrieron paso en la tierra baldía, escribí páginas que nadie leyó, canciones que solo nosotros oímos. Viajamos a lugares cercanos en distancia pero distantes en experiencias y en esos viajes vi una laguna vestirse de dorado con el sol del fin del día y una procesión de tambores aprender del fuego que los templó el secreto para destruir el helado aire de mayo, en un barrio con olor a leña y calles de adoquines. Y como siempre el invierno fue largo y el verano efímero pero eterno. Todas las historias de esos días se escaparon en tardes bajo el sol de una plaza verde de loros, en mediodías de mates amargos y radio turbia, en el cansado entusiasmo del ojo contra el papel, mientras escribía el libro de mis viajes, que pronto, InshaAllah, estará terminado. Y así llegó diciembre y la promesa de una viaje pequeño que logré arrancarle a los tiempos. Y a la jornada le quité algunas palabras, algunas historias. No son pensamientos, o tal vez sí. Crónicas disociadas de la autobiografía pero no de la experiencia.  Una serie de relatos del camino de la frontera.

miércoles, 15 de enero de 2014

Veoveo* Una canción


“A punk song will never change the world
but I can tell you about a couple that changed me”
Wingnut Dishwashers Union

Una canción. Una canción que escribí y canté el año pasado. Y esta. Su glosa.
Ya no quedan amigos para prender el mundo fuego. Las personas, como las plantas, nos polinizamos. Necesitamos sol, agua, aire y a veces no nos gustan los trasplantes.  Pero nos conectamos, unos con otros, por medio de cosas aladas que nos traen mensajes que nos fecundan.  Cuando crecemos perdemos la confianza en la amistad y nos vamos cerrando a las mismas ideas, a los mismos rostros y tonos. Los pensamientos nos vienen desde los libros, no desde voces reales, de intercambios genuinos. Y quizás por eso no prenden. Poco a poco, nos vamos marchitando. Como en el mundo de los antiguos griegos, pensar es una acción que sucede en el diálogo, en presencia de otro, cuando en nuestra tierra la semilla del pensar ajeno se inquieta, se retuerce, se agita, brota. Sorprenderse de alguien, buscar su compañía, tener tiempo de escuchar sin la necesidad de llegar a ningún lado, eso va desapareciendo. La gente crece para volverse árbol, para hacerse sola, para crecer en raíces y crear genealogías. Y el amor gratuito y libre de la amistad con su arte pasa a segundo plano, se convierte en una red de contactos.

lunes, 23 de diciembre de 2013

veo veo Libros

I-Una constelación de escenas de libros aparecen ante la pantalla en blanco. Podría hablar (o sea escribir), en un lenguaje que no tengo, del descubrimiento de  la lectura silenciosa, del amor y el odio hacia los árboles, de cómo la escuela ve el libro como un medio y presta más atención a disecar la caligrafía que a lograr que los niños sientan la vibración de la poesía, en su indecibilidad y conmoción, de la nostalgia de la oralidad y del relato junto al fuego, de la comunidad silenciosa de las bibliotecas, de mi biografía de lectora, que comienza con la voz de mi mamá leyendo cuentos en la hora de la siesta, con un libro sobre mariposas y con otro fotocopiado con nuestros poemas que tratamos sin éxito de vender en el colegio y termina en un libro de viajes que acarreo por siempre en estado de espera y varios años de padecimiento y goce en la universidad, del audiolibro, en el que la tecnología vuelve para atrás y nos da una palabra zombi, mitad muerta mitad viva,  de un objeto que puede trasportarse, ajearse, coleccionarse, quemarse…