miércoles, 6 de marzo de 2024

 Un ratito


ese año
cuando empezó ramadán
fue como si hubiera llegado el verano.
ya lo vi a Allah
hacer lo mismo otras veces en Turquía
cambiar de golpe el clima,
un ratito,
para indicarles a los que lo aman
que les llegó su mes.
En Dereseki no había
mahias ni tamborileros
solo prendían
todas las noches
las luces del minarete de la mezquita
como para invitar a soñar
un ratito
con un frescor verde.
después todo volvía a la pereza oficial
de adhanes de computadora
y tarawis a la velocidad del rayo,
pero esa primera noche
parecía que el largo invierno istanbulí
hubiera sido vencido.
subí a desgano la cuesta de la dergah
porque estaba peleada con todo
y no me sentía preparada para ayunar
pero arriba era como si todo
hubiese florecido de pronto:
la gente florecía, como en su mejor versión
las flores ya olían a flores, aunque una semana atrás nevaba.
los platos de sandía y de helva
y el samovar de té caliente los hacían sonreír
todo estaba limpio
y hasta Hajja F. vino y retó a su nieto
de una forma memorable y graciosa
y parecía que todos juntos, ahí,
éramos algo.
Era algo, algo así como el pueblo de mi imaginación
ahí sucediendo, solo un ratito.
Después la helva se fue ensuciando de pan,
las aceitunas se mancharon de sandía
y cuando mevlana se fue a chipre
volvió a cerrarse sobre nosotros
la lluvia y el otoño.
ya nadie se molestó en subir la cuesta
u hacer el té
volvió el rencor y la soledad
y la gente se hizo más fea
tanto que hasta olvidé
que Allah nos regaló
el verano por un ratito
y nos convirtió en flores
de un jardín
más grande que nosotros.