lunes, 23 de diciembre de 2013

veo veo Libros

I-Una constelación de escenas de libros aparecen ante la pantalla en blanco. Podría hablar (o sea escribir), en un lenguaje que no tengo, del descubrimiento de  la lectura silenciosa, del amor y el odio hacia los árboles, de cómo la escuela ve el libro como un medio y presta más atención a disecar la caligrafía que a lograr que los niños sientan la vibración de la poesía, en su indecibilidad y conmoción, de la nostalgia de la oralidad y del relato junto al fuego, de la comunidad silenciosa de las bibliotecas, de mi biografía de lectora, que comienza con la voz de mi mamá leyendo cuentos en la hora de la siesta, con un libro sobre mariposas y con otro fotocopiado con nuestros poemas que tratamos sin éxito de vender en el colegio y termina en un libro de viajes que acarreo por siempre en estado de espera y varios años de padecimiento y goce en la universidad, del audiolibro, en el que la tecnología vuelve para atrás y nos da una palabra zombi, mitad muerta mitad viva,  de un objeto que puede trasportarse, ajearse, coleccionarse, quemarse…