“Una
fuerza tal podría llamarse una cosmovisión «mágica», un sentido
de la vida que rechaza el «mero» azar de una realidad de señales y
prodigios, de las coincidencias significativas y de las
«revelaciones». Como cualquiera que haya intentado alguna vez
podría atestiguar, los viajes intencionales la abren inmediatamente
a esta influencia «mágica».” Hakim Bey, Superando el turismo
Hace
más de un año que no aparezco en este
blog. En estos doce meses vi nuestras plantas crecer y morir, leí
mucho, aprendí palabras nuevas y las olvidé antes de lo esperado,
conversé, caminé por la playa bajo los vientos de todas las
estaciones, dibujé las flores que salvajes se abrieron paso en la
tierra baldía, escribí páginas que nadie leyó, canciones que solo
nosotros oímos. Viajamos a lugares cercanos en distancia pero
distantes en experiencias y en esos viajes vi una laguna vestirse de
dorado con el sol del fin del día y una procesión de tambores
aprender del fuego que los templó el secreto para destruir el helado
aire de mayo, en un barrio con olor a leña y calles de adoquines. Y
como siempre el invierno fue largo y el verano efímero pero eterno.
Todas las historias de esos días se escaparon en tardes bajo el sol
de una plaza verde de loros, en mediodías de mates amargos y radio
turbia, en el cansado entusiasmo del ojo contra el papel, mientras
escribía el libro de mis viajes, que pronto, InshaAllah, estará
terminado. Y así llegó diciembre y la promesa de una viaje pequeño
que logré arrancarle a los tiempos. Y a la jornada le quité algunas
palabras, algunas historias. No son pensamientos, o tal vez sí.
Crónicas disociadas de la autobiografía pero no de la experiencia.
Una serie de relatos del camino de la frontera.