lunes, 17 de octubre de 2016

Esbozos de una anatomía del piropo

1- Hoy, doce del mediodía, calle céntrica.
Una chica joven camina. Un hombre que tiene como mínimo 10 años más que ella va por la misma vereda, en dirección contraria. Y le dice algo. Ella, entre sorprendida y altiva, le pregunta "¿qué me dijiste?". Él le responde y cada cual sigue su camino. De la chica solo alcanzo a ver la espalda, pero él pasa a mi lado arrastrando una sonrisa canchera.
2-
Hay quienes creen que el piropo es un arte. Muchos argentinos lo consideran parte del folklore nacional, como el tango y el malambo. Lo mismo diría un kirguíz sobre el robo de novias, un cantonés sobre los pies de loto o un somalí sobre la mutilación genital femenina. No es extraño, tradición y patriarcado son hilos que urden bien trenzados en la tela de la cultura/sociedad. 
3- 
Originalmente un "piropo" era una joya. Para algunos es un sinónimo popular de "halago". Pero no. El piropo es abuso. Es acoso. Es, en definitiva, un robo.
4-
El piropeador nunca detuvo su marcha y se alejó sonriendo. Su objetivo no era seducir, si no se hubiera quedado, hubiera tratado de acercarse a la chica, de acompañarla, de conocerla. Su objetivo no era halagar, porque se elogia con humildad, y a él lo señalaba su gesto pícaro. El piropo es una apropiación furtiva y fugaz del cuerpo de la otra (del otro) a través de la palabra, un pequeño gesto de vandalismo genérico. Piropear es mear el árbol del otro para dejar marcada la propia firma. Piropear es autoafirmarse a expensas del otro, es pisar al otro. Con o sin maldad, con o sin alevosía. 
5
El acto de piropear está formado por una materia que si se la mira de cerca, es muy parecida a la del manoseo festivo, más tosca. Y es solo una cuestión de grado ( y de odio), lo que lo aleja del acto de violar.
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De hecho, ¿decir "piropo" no es ya una condescendencia machista a una cultura machista? ¿no es en sí un ocultamiento? La verdadera palabra es acoso. Para algunos acoso es una palabra fea, mientras que piropo les suena a algo inocente, a juego de calesita. Pero no. Que te manden todos los días a tu casa algo que no pediste es acoso, da igual si son rosas, peluches o anónimos de amenaza. 
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Porque, si fuéramos a poner un límite y si el límite debiera ir en el contenido del mensaje ¿en dónde estaría? Si alguien me dice "me gustan tus manos" es halago, pero si me dice " me gusta tu culo", ¿ahí sí me está acosando? . ¿Y "me gusta tu cuerpo" o "qué linda que sos",  "se te cayó el papel",  "te parto"?. No hace falta erguirse en agrimensor de la moral y las buenas costumbres para separar astucia de guarangada, porque no hay línea divisoria. Todas son palabras no deseadas, palabras que se creen con derecho a hablar sobre mí, a tocarme, palabras que no me pidieron permiso, palabras no consentidas. Son todas distintos colores del acoso. Si te suena como una definición que no se acomoda a tu intención, entonces dejá de hacerlo.
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E incluso son las formas más "poéticas" o "agradables" las que más daño hacen, porque instauran la sospecha de que "las chicas se quejan pero les gusta", de que sólo hace falta insistir más, porque son todas un poco tímidas pero también todas putas o histéricas y dicen que no pero es un sí.
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"¿Y si nos fijáramos en el contexto?"- retrucan los incrédulos. No hay más que las ridículas leyes no escritas de una sociedad hipócrita: "Si te lo dicen bajando la velocidad desde un auto: acoso de una, desde una bici: dudoso, a pié: todo bien.  De día: joya de la picaresca popular. De noche: amenaza". Lo repito una vez más: es todo lo mismo.
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Para que cese la violencia hay que detener la estructura simbólica que la sostiene, y desarmar los miles de pequeños gestos, en apariencia inocentes, en los que se sustenta. No basta con lograr que nuestro cuerpo sobreviva o se escabulla a la brutalidad del maltrato. Para ser libres hace falta también dejar de ser señaladas por el discurso del otro, porque señalar ya es una forma de violencia, de cosificación, de sujeción. 

jueves, 16 de julio de 2015

Camino de la frontera VI: Tacuarembó, corazón verde del Uruguay

"Por un lado está lo existente, con sus costumbres y sus certezas. 
Y de certezaseste veneno socialse muere"
Ai ferri corti

Cansada de cargar mi mochila y del sol de la mañana, me alejaba de Rivera en un micro mojado por la lluvia. Viajaba al centro de Uruguay y me hablaba a mí misma en portunhol. No imaginaba cómo parar mi sed viajera porque me sentía leve conociendo, conversando, aceptando la variedad de cada día con sus novedades y dejando atrás un puñado de amigos recientes. Desde la ventana veo un parque que nuevo: siempre pasa lo mismo, la ciudad se despide burlándose de nuestra pretención de haberla conocido. Y mientras me pregunto si aquel micro será el correcto, porque nadie me pidió el pasaje, retomo mi lectura en el lugar en el que la dejé 3 días atrás, una eternidad atrás.

lunes, 6 de abril de 2015

Nuevo Blog!!


Queridos pensadores:
este blog seguirá su camino de pensamientos. He abierto otro dedicado a los viajes por las tierras del Islam
Súmense a la caravana,bienvenidos a Carvansaray
www.carvansaray.wordpress.com

jueves, 26 de marzo de 2015

Camino de la frontera V: Las musulmanas de Rivera

Parecía como si Rivera contuviera dos mundos.  Por un lado el reino sin tiempo del departamento, situado espiritual o lingüísticamente (que es lo mismo) en Uruguay. Allí pasaba las horas de la noche y del descanso. Por otro lado estaba la calle en donde exploraba sin rumbo la vida en la frontera, la voluptuosidad del verano brasilero.
Cuando el lunes por la mañana volví mi cama al modo sofá, terminé de limpiar los restos del desayuno y me hice con las llaves, a penas contenía la emoción de la aventura. Sentía esa especie de gracia viajera, la llamada ansiosa de la ciudad.

domingo, 1 de marzo de 2015

Camino de la frontera IV

IV- Los Fernandos

-Les pedimos a todos que se abrochen los cinturones de seguridad porque así lo manda la ley brasilera- dijo en portugués el joven cobrador del micro. Me dí vuelta y le pregunté en el mismo idioma a un hombre sentado en el asiento de en frente si debía sacar boleto en la ventanilla o si podía hacerlo sin bajar. Y me respondió en perfecto español que cualquier opción era válida. Viajaba en la frontera y la mixtura era ley.

domingo, 15 de febrero de 2015

Camino de la frontera III

III- Nicirin, Guaraná palestina

El paisaje de aquel Uruguay profundo era la lluvia. El verde de la pampa interminable se estrellaba contra el gris del aire. Desde el medio del vacío aparecía una familia callada, que subía al colectivo en silencio y estrechaba el rostro contra la ventana mojada antes de volver a bajar y perderse de nuevo en la vastedad.
Poco a poco la llanura era interrumpida por el cauce angosto y fuerte de arroyos y ríos turbios, tantos que nadie se ocupó en poner sus nombres en un cartel. Las palmeras iban ganándole terreno al vacío. Y aparecían a lo lejos la silueta algunos montes perdidos entre la niebla y el griterío del verde. Era uno de aquellos trayectos en los que cuando se llega al primer conjunto de casas uno advierte que llegó a destino, porque el mapa no indica nada más que soledades y líneas sin puntos. Y no me equivoqué, eso que veía por la ventana (siempre el camino hasta las terminales tiene cara de barrio) era Artigas.

jueves, 5 de febrero de 2015

Camino de la frontera II

II- Rosa, el cíclope frenteamplista

Llegué a Salto una mañana de lluvia. Si me esforzaba en recuperar algunos fragmentos deshilachados de memoria y no rendirme al sueño el resultado daba lo siguiente: la noche maldurmiendo en el micro desde Buenos Aires en el que viajaba un hombre de túnica y topi que bajó en Paysandú y al que apodé “el musulmán misterioso”, el sello mal puesto de los empleados de migraciones yoruguas en mi pasaporte, la sala de espera VIP de la Terminal de Retiro como refugio asillonado del caos y confidente de mis últimas inseguridades viajeras, la casa de mi amiga Caro y las tardes de charla y té, el amable chofer del 101 que me llevó a su casa, la partida, temprano a la mañana desde Mar del Plata dos días atrás, la despedida de mi amor y de mis plantas.
Y ahora estaba ahí y todo se salía inesperadamente del esquema.