II- Rosa, el cíclope frenteamplista
Llegué a Salto una mañana de lluvia.
Si me esforzaba en recuperar algunos fragmentos deshilachados de memoria y no
rendirme al sueño el resultado daba lo siguiente: la noche maldurmiendo en el
micro desde Buenos Aires en el que viajaba un hombre de túnica y topi que bajó en Paysandú y al que apodé
“el musulmán misterioso”, el sello mal puesto de los empleados de migraciones
yoruguas en mi pasaporte, la sala de espera VIP de la Terminal de Retiro como
refugio asillonado del caos y confidente de mis últimas inseguridades viajeras,
la casa de mi amiga Caro y las tardes de charla y té, el amable chofer del 101
que me llevó a su casa, la partida, temprano a la mañana desde Mar del Plata
dos días atrás, la despedida de mi amor y de mis plantas.
Y ahora estaba ahí y todo se salía
inesperadamente del esquema.