lunes, 2 de febrero de 2015

Camino de la frontera- fragmentos de un viaje por los confines de Uruguay, por los comienzos de Brasil


Una fuerza tal podría llamarse una cosmovisión «mágica», un sentido de la vida que rechaza el «mero» azar de una realidad de señales y prodigios, de las coincidencias significativas y de las «revelaciones». Como cualquiera que haya intentado alguna vez podría atestiguar, los viajes intencionales la abren inmediatamente a esta influencia «mágica».” Hakim Bey, Superando el turismo

Hace más de un año que no aparezco en este blog. En estos doce meses vi nuestras plantas crecer y morir, leí mucho, aprendí palabras nuevas y las olvidé antes de lo esperado, conversé, caminé por la playa bajo los vientos de todas las estaciones, dibujé las flores que salvajes se abrieron paso en la tierra baldía, escribí páginas que nadie leyó, canciones que solo nosotros oímos. Viajamos a lugares cercanos en distancia pero distantes en experiencias y en esos viajes vi una laguna vestirse de dorado con el sol del fin del día y una procesión de tambores aprender del fuego que los templó el secreto para destruir el helado aire de mayo, en un barrio con olor a leña y calles de adoquines. Y como siempre el invierno fue largo y el verano efímero pero eterno. Todas las historias de esos días se escaparon en tardes bajo el sol de una plaza verde de loros, en mediodías de mates amargos y radio turbia, en el cansado entusiasmo del ojo contra el papel, mientras escribía el libro de mis viajes, que pronto, InshaAllah, estará terminado. Y así llegó diciembre y la promesa de una viaje pequeño que logré arrancarle a los tiempos. Y a la jornada le quité algunas palabras, algunas historias. No son pensamientos, o tal vez sí. Crónicas disociadas de la autobiografía pero no de la experiencia.  Una serie de relatos del camino de la frontera.

miércoles, 15 de enero de 2014

Veoveo* Una canción


“A punk song will never change the world
but I can tell you about a couple that changed me”
Wingnut Dishwashers Union

Una canción. Una canción que escribí y canté el año pasado. Y esta. Su glosa.
Ya no quedan amigos para prender el mundo fuego. Las personas, como las plantas, nos polinizamos. Necesitamos sol, agua, aire y a veces no nos gustan los trasplantes.  Pero nos conectamos, unos con otros, por medio de cosas aladas que nos traen mensajes que nos fecundan.  Cuando crecemos perdemos la confianza en la amistad y nos vamos cerrando a las mismas ideas, a los mismos rostros y tonos. Los pensamientos nos vienen desde los libros, no desde voces reales, de intercambios genuinos. Y quizás por eso no prenden. Poco a poco, nos vamos marchitando. Como en el mundo de los antiguos griegos, pensar es una acción que sucede en el diálogo, en presencia de otro, cuando en nuestra tierra la semilla del pensar ajeno se inquieta, se retuerce, se agita, brota. Sorprenderse de alguien, buscar su compañía, tener tiempo de escuchar sin la necesidad de llegar a ningún lado, eso va desapareciendo. La gente crece para volverse árbol, para hacerse sola, para crecer en raíces y crear genealogías. Y el amor gratuito y libre de la amistad con su arte pasa a segundo plano, se convierte en una red de contactos.

lunes, 23 de diciembre de 2013

veo veo Libros

I-Una constelación de escenas de libros aparecen ante la pantalla en blanco. Podría hablar (o sea escribir), en un lenguaje que no tengo, del descubrimiento de  la lectura silenciosa, del amor y el odio hacia los árboles, de cómo la escuela ve el libro como un medio y presta más atención a disecar la caligrafía que a lograr que los niños sientan la vibración de la poesía, en su indecibilidad y conmoción, de la nostalgia de la oralidad y del relato junto al fuego, de la comunidad silenciosa de las bibliotecas, de mi biografía de lectora, que comienza con la voz de mi mamá leyendo cuentos en la hora de la siesta, con un libro sobre mariposas y con otro fotocopiado con nuestros poemas que tratamos sin éxito de vender en el colegio y termina en un libro de viajes que acarreo por siempre en estado de espera y varios años de padecimiento y goce en la universidad, del audiolibro, en el que la tecnología vuelve para atrás y nos da una palabra zombi, mitad muerta mitad viva,  de un objeto que puede trasportarse, ajearse, coleccionarse, quemarse…

sábado, 30 de noviembre de 2013

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Una poesía * huerta

Removiendo la tierra con la pala
llegamos a un reino subterráneo.
Bichos con ojos sin párpados
¿con ellos verán los terrones, los grumos?
bichos con alas
¿se puede volar bajo la tierra?
bichos de colores brillantes
¿no los aplasta el negro, el polvo?

sábado, 16 de noviembre de 2013

Veoveo 6*, un encuentro


"Y entre Sus signos está la creación de los cielos y de la tierra, 
la diversidad de vuestras lenguas y de vuestros colores. 
Ciertamente hay en ello signos para los que saben.
Y entre Sus signos está vuestro sueño, de noche o de día,
 vuestra solicitud en recibir Su favor.
 Ciertamente, hay en ello signos para gente que oye.
Y entre Sus signos está el haceros ver el relámpago, 
motivo de temor y de anhelo,
 y el hacer bajar agua del cielo,
 vivificando con ella la tierra después de muerta.
 Ciertamente, hay en ello signos para gente que razona"
Corán 30; 22-24

Todo está vivo y todo se apasiona. Todo se convoca. Las cosas que vemos y las que no, tienen sus acoplamientos, sus yacencias amorosas, sus choques parsimoniosos, sus arrimarses desordenados, sus colisiones violentas, sus encuentros intempestivos. Todo confluye a la unión, a la congregación, porque todo está sujeto aunque más no sea a un caos.
La lluvia al encontrarse con el pasto le extrae el verde, la hierba, al cruzarse con la lluvia vuelve el aire gris, pespunteado aquí y allá por misteriosos círculos de luces. Las gotas, sobre el mosquitero metálico de mi ventana, se convierten en estrellas.
Todo está cercano, y lo más próximo, lo más hermanado a la vida, es la muerte.

martes, 15 de octubre de 2013

Veo veo *5, una taza de té

 I- La taza de Élida, mi abuela

 Nunca tomaba otra cosa. El mate le daba asco, sentía repulsión por la promiscuidad de la bombilla. El café tal vez le parecía demasiado masculino. Y además esa costumbre le daba algo británico, algo refinado a una muy argentina mujer hija de la clase trabajadora italiana.
   El té era sagrado, pero era simple. Siempre  negro, siempre en saquitos, siempre con leche; "mucha leche y poco té", me recordaba todos los días. No había lugar para sabores exóticos, olores raros o marcas nuevas, no había más variación que algún tilo de vez en cuando, para calmar los nervios. Desayuno, merienda y con los años cena,  cabían en la misma taza.Y un buen día ya no más té, ya no más nada.