“A punk song will never change
the world
but I can tell you about a
couple that changed me”
Wingnut Dishwashers Union
Una canción. Una canción que escribí y canté el
año pasado. Y esta. Su glosa.
Ya no quedan amigos para prender el mundo
fuego. Las personas, como las plantas, nos polinizamos. Necesitamos sol, agua,
aire y a veces no nos gustan los trasplantes. Pero nos conectamos, unos con
otros, por medio de cosas aladas que nos traen mensajes que nos fecundan. Cuando crecemos perdemos la confianza en la
amistad y nos vamos cerrando a las mismas ideas, a los mismos rostros y tonos.
Los pensamientos nos vienen desde los libros, no desde voces reales, de
intercambios genuinos. Y quizás por eso no prenden. Poco a poco, nos vamos
marchitando. Como en el mundo de los antiguos griegos, pensar es una acción que
sucede en el diálogo, en presencia de otro, cuando en nuestra tierra la semilla
del pensar ajeno se inquieta, se retuerce, se agita, brota. Sorprenderse de
alguien, buscar su compañía, tener tiempo de escuchar sin la necesidad de
llegar a ningún lado, eso va desapareciendo. La gente crece para volverse
árbol, para hacerse sola, para crecer en raíces y crear genealogías. Y el amor
gratuito y libre de la amistad con su arte pasa a segundo plano, se convierte
en una red de contactos.